miércoles, 9 de noviembre de 2011

Perversa inexistente...





Entras por el único portal
dónde sabes que el abandono
te hace un lugar en mi cuerpo.
Das testimonios de un desenfreno,
la euforia revuelta llora con lava
mi caligrafía sobre la ausencia.
Me repasas oliendome una y otra vez,
la cobardía te tiembla en mi boca
sabes, perversa inexistencia,
que soy sanguinaria extendida
entre dos épocas de infierno.
Me miraba...
a través de las esquelas,
los manchones colorados,
las tachaduras invisibles,
y el deseo fulminante.
Yo, predecible incomprendida,
como un ave lastimado sin testigo
recostada sobre un panteón vampiro
lamo con cansancio mis heridas.
Tú, perversa inexistencia,
me suprimes de la sulfurosa realidad
me cultivas en un servil simulacro
donde terminas ganando injustamente
la exigencia de mi existencia...





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