Me sobrevuela el recuerdo abandonado
de un huésped acogido en mi propio sociego,
se agazapa discreto en mi obsesión obsesiva...
Estoy enclautrada en un ataúd
de resina amarillenta...
Mi cuerpo extravió volumen y mis huesos
ganaron una estilizada figura asceta...
El prejuicio del sufrimiento no se hizo esperar,
entró sin demoras y tajó mi espíritu
con un grito de furia desesperado...
Mi mirada quedó perdida en la líteratura del huésped
con la expresión más pura e infinita de la muerte...
Un eco confuso pierde la memoria en el destino
lucha contra inconfesables desazones,
se desvela en el instinto humano
por intimar con un gajo de su alma
o con tan siquiera un rasgo que la reviva...
que en la tormenta de miseria que me habita
no basten mis reservas
para comprarme una vida entera...
No siempre se cuenta con la suerte
en elecciones de vida o muerte...

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